Podríamos abordar este tema de diversas maneras pero vamos a empezar con una realidad de estos tiempos: la mayoría de los jóvenes no cree y no quiere casarse y menos bajo la idea de casarse hasta que la muerte los separe. Existe una combinación de repulsión, apatía, miedo, incredulidad, rechazo y/o decepción hacia el matrimonio (sin entrar a detalle del tipo de matrimonio que se trate ya sea civil, religioso, etc.) pues el compromiso de compartir la vida con alguien a largo plazo se ha vuelto una casi espeluznante aventura.
Y es de esperarse pues en la actualidad la mayoría de los matrimonios se disuelve y de los que permanecen unidos muchas veces es por una causa que no es primordialmente el amor, esto las lleva a vivir bajo una dinámica poco grata para ellos y que deja un muy mal sabor de boca a los hijos lo que crea este sentimiento de evitar en la medida de los posible caer en este compromiso o por el contrario se idealiza una situación que es prácticamente imposible de lograr producto de la idea que las películas románticas dejan en la mente de las personas que son más sentimentales (cuyo caso es más visto en las mujeres) creándoles espectativas que probablemente quieran recrear en su matrimonio y que al no poder cumplir causen frustración y a su vez sufrimiento.
Enfocándonos más al tema pasemos al punto de mencionar que la mayoría de las personas que dicen no querer casarse tienen entre los primeros lugares el argumento de no querer perder su libertad. Esta percepción por si sola ya es errónea pues no hay manera de perder la libertad a menos que seamos aprehendidos por haber cometido algún ilícito o cualquier otro hecho donde seamos retenidos en contra de nuestra voluntad. En el caso específico del matrimonio tenemos la idea de que al casarnos ya no podremos hacer todo aquello que nos adrada, no podremos salir con amigos, no podremos frecuentar como quisieramos a nuestros familiares, no podremos continuar con nuestros hobbies al ritmo que nos gusta, no podremos salir a algún sitio sin dar explicaciones de a dónde, a qué hora, con quién y cuándo lo hacemos y una serie más de NO que se vienen con este compromiso que nos hacen correr en dirección contraria por lo que visto de esta manera cualquier persona que lo quiera considerar terminará bastante atemorizada por tan limitante régimen. Pero todas estas limitantes se encuentran en nuestra cabeza (y en la de la mayoría de los demás) y si vas rumbo al matrimonio pensando esto ten por seguro que así sucederá. ¿Quién te quita la libertad entonces?, ya no es tan difícil vislumbrar que uno mismo es quien pierde la libertad por gusto propio.
Como seres humanos somos bastante incongruentes, por un lado una de las principales cosas que no queremos perder es la libertad (que de entrada no perdemos solo estamos acostrumbrados a pensar y sentir que la pareja nos va a limitar) pero por el otro lado una de las primeras cosas que se intenta hacer al casarse es ejercer el control sobre el cónyuge y entonces de una manera u otra empezamos cuestionar, dificultar, manipular, restringir y/o limitar las cosas que haga ya sea desde el vestir, las amistades con quien se relacione, en qué gaste su dinero, las actividades que realice sin nosotros, etc.
Y aquí es donde empieza el problema pues caemos en el maquiavélico juego de querer someter y no querer ser sometidos. Este juego nos lleva a vivir una vida de pareja plagada de conductas controladores que no aportan nada auténticamente bueno a la relación y que al paso del tiempo la desgastan y en buena parte de los casos acaban con ella. Ciertamente en la mayoría de los matrimonios se pierde la libertad pero no de la manera en la que tradicionalmente se piensa, si la gente se casa bajo la idea de que va a perder la libertad al casarse la realidad es que seguramente ya la ha perdido desde el noviazgo pues nadie se ha encargado de enseñarnos como conducirnos correctamente dentro de una relación de pareja y nadie tampoco nos enseña que la libertad no se pierde o por lo menos no en el sentido que nos han inculcado. Como no sabemos crear y mantener un matrimonio saludable y tampoco somos responsables de lo que hacemos ni de lo que pensamos (porque para mala suerte tampoco nos enseñan a ser responsables) entonces queremos iniciar dicha relación sin saber como hacerlo, con ideas equivocadas y responsabilizando al otro por lo que en lo sucesivo podré o no hacer. Y bueno ya sabemos que lo que mal empieza, peor termina.
Este asunto es muy complicado pues esta altamente ligado a nuestros traumas y prejuicios, al como fuimos maleducados, a nuestros miedos, al entorno cultural donde vivimos y todos los demás factores que influyen en la formación de la personalidad, pero hay un punto determinante en este tema de la libertad: la confianza.
En este momento debes entender que la mencionada libertad dentro del matrimonio es un aspecto que debes ver, entender y manejar como algo personal, como algo que solo depende de ti y algo sobre lo que solo tú tomas las decisiones. Probablemente tu pareja trate de controlarte pero está en ti el permitirlo o no. La libertad no es algo que tú otorgues a tu pareja para hacer lo que quiera, la libertad es esa conciencia y entendimiento de que ambos siguen siendo capaces y están en todo el derecho de hacer lo que deseen para que esta conciencia te permita vivir con paz y tranquilidad.
Todos estos problemas con la libertad vienen principalmente de la falta de confianza en nuestra pareja, no confiamos en nuestro cónyuge porque muchas veces no hemos vivido ni experimentado la confianza o dicho de otra manera no sabemos confiar. Confiar en nuestra pareja implica conocerla y en base a ello saber lo que le gusta hacer y el porqué lo hace, implica conocer su historia y su esencia e implica aceptar y respetar todo ello. Cuando tú confias en tu pareja la libertad florece por si sola, pero la libertad no se refiere a que uno le permita al otro hacer determinada cosa la libertad se refiere a que uno pueda hacer lo que quiera sin que a el otro le afecte, le moleste o simplemente le quite la paz.
Confiar en la pareja suele ser difícil debido a que la gente suele hacer mal uso de su libertad, de ahí que se escuche que la gente confunde libertad con libertinaje; las personas solemos ser tan irracionales que en varias ocasiones hacemos cosas que nos afectan y nos lastiman a nosotros mismos y, si esto es así, es obvio que nuestro actuar irresponsable también va a afectar a otros teniendo en primer lugar a la pareja.
Por naturaleza los seres humanos tratamos de evitar el dolor y el sufrimiento. Si hemos visto que las parejas suelen lastimarse con faltas de respeto, engaños, traiciones y demás acciones dolosas entonces preferimos no confiar en las personas para que si sucede cualquiera de estas cosas entonces no nos agarren desapercibidos y no nos lastimen, o por lo menos eso creemos porque cuando nos traicionan de cualquier manera nos va a doler y haber estado a la espectativa de este acontecimiento poco o mucho tiempo previo de poco sirve en una situación de esta naturaleza. Entonces comenzamos y vivimos dentro del matrimonio con una serie de absurdos: no queremos perder la libertad pero si queremos coartar la del otro, pretendemos vivir con alguien en quien no confiamos, deseamos confiar en alguien sin querer arriesgar nada y por último queremos culpar al otro por los limitaciones que nosotros mismos nos imponemos o en su defecto permitimos.
Si aún no te has casado entonces pon mucha atención a la conducta de tu pareja con respecto a como te desenvuelves con tus amigos, tus compañeros de trabajo e incluso tu propia familia. De hecho si ya te has casado dale una revisada a estos aspectos, observa como percibes a tu pareja y viceversa. No se trata de huir de alguien que tenga problemas en este aspecto pues la mayoría de las personas los tiene, casi nadie fue correctamente educado de pequeño pero se trata de que hagas conciencia al respecto y empieces a modificar los pensamientos e ideas equicovadas que tal vez tengas para que puedas actuar debidamente eliminando conductas controladoras y chantajistas de tu parte y/o dejes de permitirlas por parte de tu pareja.
Comienza a evaluar tu relación y atrévete a darle un giro, haz un examen de conciencia sobre tu comportamiento y reconoce todas esas veces que has buscado (y muchas veces logrado) influir en las decisiones y acciones del otro e intenta hacer las cosas distintas para iniciar o continuar un matrimonio bajo un esquema de confianza. Probablemente vas a necesitar poca o mucha ayuda, empieza por compartir o preguntar las dudas que te surgan con nosotros y de ser necesario acude con ayuda profesional.