Los pensamientos obsesivos son ideas que se generan en nuestra mente con frecuencia y nos someten, nos esclavizan y nos hacen sufrir. Visto de otra manera somos nosotros mismos actuando en nuestra contra. En muchos de nosotros, estos pensamientos vienen espontáneamente y por consecuencia tendemos a actuar en base a ellos aun cuando sólo sean producto de nuestra imaginación. Es decir, sin ni siquiera estar seguros si son verdaderos les damos un valor y los hacemos reales para nosotros; algunas veces habiéndonos demostrado que son falsos.
Cada vez que revivimos un episodio negativo, ponemos nuestra atención en cosas específicas. Nos vamos al extremo y este pensamiento se convierte en algo prioritario haciendo que la demás información alrededor no sea relevante o bien, la neguemos. Esto ocasiona que los pensamientos obsesivos causen angustia e interfieran en nuestra vida diaria; quitándonos energía para realizar nuestras tareas, ignorando a las personas a nuestro alrededor, olvidando los pequeños detalles y concentrándonos en lo que no tenemos o creemos que no tenemos y queremos. Estas reacciones y comportamientos que no podemos controlar se convierten en nuestra forma de vivir. Ocasionan mal humor, enojos, tristezas y en peores casos depresión.
Es muy común que nos victimicemos y creamos que el mundo está en nuestra contra; sólo a nosotros nos pasa esto. Nos enfrascamos en el deseo de que los demás cambien para complacernos. Tratamos de convencerlos de que lo hagan y como no lo hacen creemos que no nos aman lo suficiente y que por consiguiente no merecen nuestro amor. Por tanto, tratamos de desapegarnos de mal modo; con rencor hacia esa persona que hemos entregado nuestro amor y no sólo lo ha rechazado sino que también, lo ha pisoteado y ya no lo creemos merecedor. Consecuentemente, creemos que tenemos la razón todo el tiempo. No somos capaces de ver nuestra maraña de ideas con claridad. Continuamos caminando en el fango cubriéndonos más y más de lodo.
Empecemos por aceptar que somos seres humanos y que nos podemos equivocar. Aceptemos, que si tenemos esos pensamientos y que no nos desvalorizan por el hecho de que existan en nuestro interior. Dejemos de querer no tenerlos, esto sólo lo agrava y nos dificulta ver la realidad. Analicémoslos, escuchémoslos y comprendamos qué nos quieren decir. Pongamos atención a esa parte de nosotros que aún no logramos aceptar y que regresa en forma de auto sabotaje una y otra vez. Cuando aparezcan esos pensamientos, permitámonos sentirlos y pongámosles nombre teniendo cuidado de no caer en querer describir las conductas de otros como por ejemplo: “Ella me humilló” en lugar de eso di lo que te hizo sentir: “Me siento humillado”, “Él no me pone atención” sustitúyelo por “siento enojo o coraje”. De este modo los detectarás más claramente y podrás hacer algo para quitarles valor y dejen de lastimarte.
Dirijamos nuestra atención hacia donde nosotros queremos, tomando en cuenta los acontecimientos, enfrentándolos con toda la información y hechos que hay. Cuestionémonos si lo que estamos pensado en realidad existe y si eso nos afecta o sólo creemos que nos afecta.
Cuando vayamos teniendo avances y de repente volvamos a tener esos pensamientos, analicémonos y hagamos consciencia, no debemos recriminarnos por los altibajos, recordemos que es un proceso. Y si bien ha tomado tiempo tener esos pensamientos, mantenerlos, y aceptarlos, también tomará tiempo que disminuyan y que ya no nos controlen.